Omega 3: Energía-Bienestar-Vitalidad
Se ha descubierto que las mujeres con concentraciones plasmáticas muy bajas en de ácidos grasos omega-3 durante el embarazo tienen una mayor predisposición a sufrir depresión post-parto.
Muchos estudios han tenido en cuenta la correlación entre los omega-3 y el desarrollo de estados depresivos durante y después del embarazo. De hecho, un consumo regular de pescado y/o de aceite de pescado está relacionado con el aumento de concentración de EPA y DHA en el hipocampo; este hecho parece pueda inducir un estado antidepresivo basal (1).Por otra parte, un contenido bajo de DHA en la leche materna, así como, un consumo menor de mariscos determinan una mayor incidencia de depresión post parto (2). Otro estudio llevado a cabo de forma similar al anterior encuentra que la disponibilidad de DHA en el periodo siguiente al parto es menor en las mujeres que sufren problemas depresivos (3).
Distintos estudios enfatizan la importancia de los omega-3 para el desarrollo del sistema nervioso central del feto y del lactante. Los ácidos grasos omega-3 de cadena larga son un elemento fundamental para el desarrollo cerebral del feto. Merecen una particular atención los neonatos prematuros porque no se benefician de los tejidos grasos de reserva. Estas reservas se suelen almacenar en el tercer mes de embarazo: la materia cerebral del niño aumenta de 3 a 5 veces en este periodo, luego vuelve a aumentar de forma parecida en los 3 meses después del nacimiento. En este momento crucial es fundamental un aporte importante de omega-3. Por esta razón el feto necesita omega-3, fundamentalmente DHA, en los últimos 3 meses de embarazo. En este momento se generan nuevas células cerebrales a un ritmo vertiginoso (más de 250.000 células nerviosas por minuto) y un desequilibrio de ácidos grasos en este momento podría, entre otras, llevar a alteraciones en el desarrollo de las funciones visivas.
Según algunos estudios epidemiológicos, las mujeres embarazadas que consumen grandes cantidades de omega-3 de cadena larga tienden a presentar tasas de nacimientos prematuros (que pueden ser causa de problemas físicos y neurológicos, como dificultad en el aprendizaje) inferiores a otras mujeres. Un aporte inadecuado de ácido araquidónico y de DHA en el embarazo podría producir fragilidad y ruptura de las membranas en desarrollo, a causa de vasoconstricción y fenómenos inflamatorios (4).
Dos estudios daneses muestran que las mujeres que complementan su dieta con omega-3, sobre todo en el primer de embarazo, tienen con menos frecuencia nacimientos prematuros y los niños que alumbran tienen pesos “más sanos” al nacer. La ingesta materna de aceite de bacalao, en los primeros meses de embarazo, está relacionada con pesos mayores al nacer; parece que este hecho esté relacionado con menor riesgo de contraer algunas enfermedades durante la vida (5).
Un grupo de expertos, liderados por la nutricionista americana y especialista en omega-3 Artemis Simopoulos, recomienda una cantidad de 300mg de omega 3 al día para mujeres embarazadas en los últimos 3 meses de embarazo y durante el tiempo que dure la lactancia materna para garantizar un aporte de grasas suficientes a lactante y para regenerar las reservas maternas. La complementación es importante cuando la madre amanta el niño con el pecho para mantener las concentraciones adecuadas de DHA en la leche para el desarrollo del lactante en este momento de crecimiento tan rápido.
Después del parto los niveles de DHA disminuyen de forma significativa independientemente que la lactancia se lleve a cabo de forma natural o artificial, esto sugiere que en ambos casos es necesaria una toma de DHA (6). La disminución post parto de la concentración de DHA en el plasma materno no es instantánea y puede durar durante bastante tiempo; Esta pérdida se puede revertir por medio de una complementación de entre 200-400mg de DHA al día (7).
La utilización de aceite de semillas de lino (fuente vegetal de omega-3) no demuestra efecto alguno en el contenido de DHA en la leche materna (8); una mejor opción podría ser la toma de omega-3 de origen marino (aceite de pescado).
Un estudio demuestra como una complementación alimenticia a base de aceite de pescado durante el embarazo puede variar de forma significativa y beneficiosa la composición de los ácidos grasos de la leche materna; Esto produce variaciones en factores inmunomoduladores que pueden influenciar positivamente el desarrollo del sistema inmune del niño(9).
Niveles altos de omega-3 en recién nacidos pueden modificar los niveles de citoquinas provenientes de los mismos que están relacionadas de forma beneficiosa con el desarrollo de las funciones inmunitarias (10).
Una alimentación complementada con aceite de pescado durante el embarazo es una forma eficaz de aumentar los niveles de omega-3 tanto en las madres como en los recién nacidos (11), en particular en DHA, que se piensa sea el ácido graso más importante para el desarrollo de los niños (12).
Además un estudio sugiere que niveles bajos de omega-3 en los eritrocitos y niveles elevados de omega-6 (sobre todo de ácido araquidónico) están directamente relacionados con aumentos en el riesgo de sufrir preeclampsia (13).
Bibliografía:
1. Naliwaiko et al (2004) Nutr Neurosci ;7(2):91-99.
2. Hibbeln JR (2002) J Affect Disord ;69(1-3):15-29
3. SJ Otto et al (2003) Prostaglandins Leukot Essent Fatty Acids; 69(4):237-243
4. Crawford MA (2000) American Journal of Clinical Nutrition;71(1):275-284
5. Olafsdottir et al (2005) BJOG ; 112(4):424-429
6. Otto SJ et al (2001) Am J Clin Nutr; 73(6):1074-1079.
7. Makrides et al. (2000) Am J Clin Nutr ;71:307-311.
8. Francois et al (2003) American Journal of Clinical Nutrition; 77 (1): 226-233
9. Dunstan et al (2004) Clin Exp Allergy ;34(8):1237-1242
10.Dunstan et al (2003) Clin Exp Allergy 2003;33(4):442-448
11. Dunstan et al (2004) Eur J Clin Nutr ; 58(3): 429-437.
12. SL Brooks et al. (2000) MCN Am J Matern Child Nurs ;25(2):71-75
13. Williams et al. (1995) Epidemiology ;6(3):232-237
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